Nunca dejes que una crisis se desperdicie

Por | Publicado en Herramientas para el ministerio

En The Life of Reason (La vida de la razón), el filósofo George Santayana dijo la famosa frase: «Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo». Aunque sea cierto, recordar no siempre es suficiente.

Creo que una mejor máxima es aquella que a menudo se atribuye a Winston Churchill: «Nunca dejes que una crisis se desperdicie».

En otras palabras, necesitamos aprender de los tiempos difíciles y luego tomar medidas para avanzar hacia un cambio positivo. COVID-19 nos mostró que no estábamos tan preparados para las crisis como necesitábamos estarlo. Sin embargo, este momento puede ayudarnos a determinar nuestra respuesta para la próxima crisis. No queremos pasar por alto lo que la pandemia mundial puede enseñarnos como Iglesia. A continuación, hay 10 lecciones para ayudarnos a manejar las crisis futuras cuando vengan (y no si vienen):

1. Crea sistemas flexibles

En sí, una crisis genera incertidumbre, por eso es vital tener sistemas que se puedan adaptar rápido. En otras palabras, bienaventurados los flexibles porque no se resentirán.

En el libro Crisis Leadership (El liderazgo en tiempos de crisis), el autor Tim Johnson identifica dos tipos de crisis: la incidental y la problemática. Ambas requieren respuestas flexibles.

Una crisis incidental es algo que sucede de repente, como un tornado. Tanto en el sector privado como en el público, hay equipos de salvamento capacitados para responder a ese tipo de crisis. Capacitar a la gente en tu congregación, identificar a personas con recursos y habilidades, y establecer un equipo de liderazgo para los tiempos de crisis puede preparar mejor a tu iglesia para una crisis incidental.

Una crisis problemática es más permanente. La pandemia ha sido tanto una crisis incidental, paralizando al país bastante rápido, como una crisis problemática, con implicaciones complejas y a largo plazo.

Ambos tipos de crisis exigen sistemas flexibles que puedan adaptarse rápidamente, ya sea que implique organizar las reuniones en línea durante una pandemia o enviar socorristas después de un desastre natural.

Ser flexibles cuando una situación fluctúa es clave para satisfacer cada necesidad que surja. Los sistemas que se adaptan fácilmente ayudan a mantener la calma, a implementar las transiciones necesarias, a hacer uso de los recursos, y a esbozar pasos claros a seguir para un ministerio efectivo.

Esas son las respuestas que fomentan confianza entre aquellos a quienes lideras. Ellos comenzarán a creer que pueden llevarlo a cabo juntos, y te acompañarán durante la crisis.

2. No reaccione exageradamente o sin la intensidad adecuada

Considera el famoso momento del 11 de septiembre de 2001, cuando el presidente George W. Bush les estaba leyendo un libro a los alumnos de la escuela. El secretario general (de la presidencia), Andrew Car, entró en la sala, se inclinó y susurró al oído de Bush que un segundo avión se había estrellado contra el World Trade Center en la ciudad de Nueva York. Resultaba claro que Estados Unidos estaba siendo atacado.

¿Cuál fue la primera reacción de Bush? Él continuó leyendo a los niños. Aunque más tarde algunos criticaron esa decisión, Bush dijo que no quería asustar a los niños.

En una crisis, puede haber una línea delgada entre la reacción exagerada y la que carece de la intensidad adecuada. No querrás salir corriendo de la sala con tu cabello en llamas. Pero tampoco puedes ignorar los asuntos reales, y seguir adelante indefinidamente como si nada hubiese cambiado.

En Good to Great (De buena a grandiosa), Jim Collins cuenta la historia de James Stockdale, almirante de la Marina de los EE.UU., que fue capturado durante la guerra de Vietnam. En ese momento, Stockdale era uno de los oficiales de alto rango en el campo de prisioneros de guerra. Sus captores lo torturaron y le dijeron que no sobreviviría. Pero sobrevivió.

Más tarde, Stockdale dijo: «Nunca debes confundir la fe de que al fin prevalecerás —que no puedes darte el lujo de perder— con la disciplina de confrontar los hechos más crudos de tu realidad presente, cualesquiera que sean».

Collins denomina este equilibro entre realismo y optimismo La Paradoja de Stockdale. Según Stockdale, los prisioneros que se rehusaron a aceptar la realidad eran más propensos a perder la esperanza y morir.

El almirante lo expresa de la siguiente manera:

«Los optimistas en Navidad decían, ‘en Navidad estaremos fuera’ , llegaba Navidad y pasaba Navidad, entonces decían, ‘para Pascua estaremos fuera’, y llegaba Pascua y pasaba Pascua y entonces para el día de Acción de Gracias y entonces volvía a ser Navidad otra vez. Y se morían porque se les partía el corazón».

De modo similar, algunos líderes de la iglesia dijeron en marzo: «Volvemos para abril». Luego: «Volvemos para la Pascua». A la larga, esas personas terminaron desmoralizando a sus iglesias. Aprendimos que la Iglesia necesita tanto el realismo como la esperanza. Esto nos ayuda a evitar la reacción exagerada y la que carece de la intensidad adecuada.

3. Busque a Dios

En el libro de Hechos de los Apóstoles, los discípulos de Cristo parecen ir de una crisis en otra. A través de cada dificultad, la iglesia buscó a Dios en oración (por ejemplo: Hechos 4:1-31; 12:5-17; 16:25-34). De distintas maneras, Hechos es una serie de oraciones respondidas.

Del mismo modo, la oración debe ser nuestra primera respuesta en tiempos de crisis. El autor S. D. Gordon observa: «Puedes hacer más que orar después de haber orado, pero no puedes hacer más que orar antes de haber orado».

La oración es un recurso constante para los creyentes. 

4. Busque la unidad

Las crisis no crean división, sino que revelan y exacerban la división. En los Estados Unidos, se vio esto en polémicas que estallaron en torno a las máscaras y los cierres en medio de la pandemia, así como también en la división racial a raíz de la muerte de George Floyd. Como era de esperar, esto se extendió a las iglesias también.

En un contexto de incertidumbre y división, la iglesia local debe ser un lugar de claridad y unidad. Después de todo, Jesús oró eso mismo por Sus seguidores (Juan 17:20-21). ¿Cómo podemos alcanzar la unidad que Él quiere que experimentemos?

Primero, necesitamos una comunión más profunda. Podemos mostrar al mundo que somos discípulos de Jesús, dejando de lado nuestras diferencias y sencillamente amándonos unos a otros (Juan 13:35). Eso significa satisfacer necesidades concretas, orar unos por otros, y alentarnos unos a otros en la fe en lugar de discutir en las redes sociales.

Segundo, necesitamos un compromiso más profundo. Nuestra dedicación a Cristo debe motivarnos a emularlo, y a considerar primero a los demás antes que a nosotros mismos (Filipenses 2).

Tercero, necesitamos meternos más de lleno en el llamado. Esto nos remonta a nuestra misión: ¿Por qué estamos aquí? Y a la luz de ese propósito, ¿cuál debería ser nuestra postura en medio de una crisis?

Una manera bíblica de avanzar hacia una unidad más íntima en tiempos de incertidumbre y división es que los líderes de la iglesia se reúnan y busquen la voluntad de Dios (Hechos 15).

Después de adoptar la perspectiva de Dios, di a la iglesia: «Como congregación, quizás no estemos de acuerdo en todo, pero nuestros pastores y ancianos han hablado y orado, y hemos determinado a transitar juntos a través de este tiempo tomando las siguientes medidas...».

Comuniquemos a una sola voz la certeza sincera de haber oído de Dios. La claridad en los tiempos de incertidumbre ayuda a fomentar la unidad.

5. Avance más allá del edificio

La gente ha estado diciendo por años que, como iglesia, no deberíamos enfocarnos en el edificio. En su providencia, y por un tiempo, el Señor nos sacó a la mayoría de nosotros de nuestros edificios.

Nuestro evangelismo se basaba en gran parte en invitar a la gente a la iglesia en vez de cumplir la Gran Comisión de Jesús: «Vayan y hagan discípulos» (Mateo 28:19, énfasis añadido).

En un contexto de incertidumbre y división, la iglesia local debe ser un lugar de claridad y unidad.

Cuando yo era adolescente, jugaba al ajedrez a nivel competitivo. Una de las maneras que aprendí a mejorar mi juego era eliminando a la reina. La gente que no juega bien al ajedrez depende mucho de la reina.

Por mucho tiempo, el servicio de adoración y el edificio de la iglesia eran como la reina en un partido de ajedrez, llegando a ser más centrales de lo que debían ser. Nuestra mejor ministración se da en el contexto de la comunidad.

Sí, nuestros servicios son importantes. Debemos priorizar estar juntos y valorar las reuniones. Pero también debemos volver a la idea bíblica de que la iglesia está compuesta del pueblo de Dios en misión a un mundo necesitado, y que no es un club cuyos socios se reúnen, aislados del mundo.

La iglesia es una unidad MASH (hospital móvil quirúrgico del ejército, por sus siglas en inglés) enviada a rescatar a los que perecen, y no un museo apartado para deleitarse en el pasado.

6. Enfóquese en el discipulado

Demasiadas personas en nuestras iglesias han sido discipuladas por las noticias por cable que eligen ver, y formadas a nivel espiritual por los materiales procedentes de las redes sociales. Debemos considerar seriamente la importancia de inculcar en los creyentes (a modo de discipulado) una visión de comunidad de Reino alternativa y contracultural (y extirpar de ellos la devoción que tienen por la política y los supuestos expertos).

En 2020 aprendimos que la Iglesia, en vez de asumir la responsabilidad de ser una luz de esperanza en una patria dividida, reflejaba esa misma división.

Queremos ser moldeados por las verdades inmutables de la Palabra eterna, y no por las opiniones cambiantes del mundo errático. A través del incremento del uso del ministerio en línea, los grupos pequeños y la predicación fiel, podemos poner el Pan de Vida delante las personas para contrarrestar la dieta de comida chatarra del consumo mediático.

7. Innove

El libro You’re It [Eres eso] usa la metáfora de tres habitaciones —un sótano, un taller y un laboratorio— para describir cómo el cerebro responde en una crisis.

El sótano es el nivel más bajo, el lugar seguro. La gente va a ese lugar cuando azota un tornado. Es una reacción normal refugiarse cuando una crisis ruge en el ambiente. Al principio de la pandemia, la gente entró en modo supervivencia y huyó al sótano, por decirlo de algún modo. Ahí fue cuando desaparecieron de los estantes de los supermercados el papel higiénico, el desinfectante para manos y la sopa enlatada.

Pero no podemos liderar desde el sótano. Necesitamos ir al taller para encontrar nuevas rutinas y modalidades que se ajusten a la situación actual. El taller significa guiar a la gente a una nueva normalidad. Es donde hacemos la pregunta: ¿qué significa esto a largo plazo?

En medio de las crisis —y hasta cierto punto, durante ellas— nosotros también necesitamos trabajar en el laboratorio. El laboratorio es donde desarrollamos nuevas ideas para las crisis futuras.

Algunas innovaciones se desarrollarán durante alguna crisis, así como vimos nacer algunos ministerios nuevos durante la pandemia. Pero es mejor innovar y prepararse durante los tiempos tranquilos, antes de la próxima crisis.

8. Sepa qué cosas no son negociables

Hay cinco elementos para tener en mente durante una crisis:

  • La misión
  • La visión
  • Los valores
  • La estrategia
  • La estructura

Durante una crisis, tu misión, visión y tus valores permanecen. No son negociables. Pero tu estrategia y estructura cambian.

Una crisis debería servir como un tema unificador para que la iglesia se concentre mucho en la misión. Demostrar y compartir el evangelio, cuidar de los que sufren y amar a Dios y a otros nunca es opcional, ni siquiera cuando surgen las crisis. En todo caso, la misión, la visión y los valores deben cobrar más importancia durante los tiempos difíciles, cuando las otras cosas se disipan.

La misión es lo que Dios nos llamó a hacer. La visión es cómo la llevamos a cabo. Las iglesias cumplirán la misión con una visión que sea singular para sus comunidades.

En medio de la pandemia, algunas iglesias se concentraron en dar de comer a los necesitados. Otras sirvieron al personal de los hospitales. Y otras cuidaron específicamente de los adultos mayores. El contexto de una iglesia específica impactará cómo sirve a la misión inmutable.

Al mismo tiempo, debemos adaptar nuestra estrategia y estructura. Un buen ejemplo es el Centro Billy Graham en Wheaton College, que yo dirijo. Nuestra misión, visión y nuestros valores han sido los mismos durante la pandemia. Graham habló acerca de ser un centro mundial de inspiración y capacitación para el evangelismo y la misión; hoy seguimos siéndolo. Pero nuestras estrategias han cambiado de manera sustancial en los últimos meses.

En vez de reunir físicamente a los líderes mundiales, nos reunimos a través de Zoom, Microsoft Teams y otras plataformas digitales. También cambiamos nuestra estructura. Pero la misión, la visión y los valores jamás cambiaron.

9. Capacite y empodere

Las crisis nos recuerdan la necesidad de preparar y movilizar a la gente, ya sea que enfrentemos un incendio, un huracán o un virus.

Para las iglesias, eso significa que participen más miembros más en la misión. Es el momento de contextualizar Efesios 4:11-12: «Él (Cristo) mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo».

Una escena en la película Apolo 13 del año 1995 provee un destello de lo que puede suceder en medio de una crisis. Apolo 13 está en problemas. Los depuradores de oxígeno no funcionan. Los científicos de la NASA se enteran de que ellos tienen que encontrar una manera de realizar algo imposible, como «buscar una aguja en un pajar». Aunque parece una situación imposible, el equipo se pone a trabajar de inmediato para resolver el problema.

Necesitamos empoderar a las personas para que encuentren la manera de realizar tareas difíciles en una crisis. La gente en nuestras iglesias es mucho más capaz de lo que demuestra nuestra formación y capacitación actual.

Durante la pandemia, muchos líderes de grupos pequeños guiaron a sus grupos para llevar a cabo servicios estupendos en numerosas comunidades. Capacitemos, facultemos y soltemos a miembros del personal y líderes laicos para que hagan más de lo que nosotros jamás podríamos hacer por nosotros mismos.

10. Cuide a la comunidad

Las palabras del profeta Zacarías nos hablan hoy: «No opriman a las viudas ni a los huérfanos, ni a los extranjeros ni a los pobres. No maquinen el mal en su corazón los unos contra los otros» (Zacarías 7:10).

Los estadounidenses tienen la bendición de gozar de muchas libertades. Sin embargo, algunos cristianos hoy enfatizan la libertad por sobre las personas que están en una situación vulnerable.

Dios nos llama a velar por los marginados, los quebrantados y los que sufren, y a poner a los demás antes que a nosotros mismos. Al igual que Jesús, debemos tener compasión por aquellos que son como ovejas sin pastor (Mateo 9:36-38). Necesitamos proteger a los vulnerables.

De nuevo, ¿por qué estamos aquí? Y a la luz de eso, ¿cuál debería ser nuestra postura en medio de una crisis?

Mi abuelo, que era jefe del cuerpo de bomberos en la ciudad de Nueva York, me influenció mucho en mi infancia tardía y mis primeros años de adolescencia.

Recuerdo que decía: «Eddie, nosotros somos quienes corremos hacia el fuego (o la crisis) del que todos los demás están huyendo».

Que la iglesia aprenda de este tiempo y esté más preparada para correr hacia la misión en tiempos de crisis.

Ed Stetzer, Ph.D., es director del Centro Billy Graham en Wheaton College, Illinois. También es el pastor maestro en Highpoint Church, una iglesia multi sitios ubicada en los suburbios al oeste de Chicago.

Este artículo aparece en la edición de noviembre/diciembre de 2020 de la revista Influence.

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