Cuando pensamos en la iglesia, es fácil que nuestra mente se transporte enseguida al edificio donde asistimos. Sin embargo, en el plan de Dios, la iglesia no es el edificio donde nos reunimos. En cambio, la iglesia está estrechamente vinculada con la gente que se reúne allí. En definitiva, la iglesia bíblica no es un edificio al cual vamos, sino una familia de creyentes a la que pertenecemos.
Como nuestro Padre, la voluntad del Señor es adoptarnos en su familia (Efesios 1:5). Cuando decidimos poner nuestra fe en Jesús, ingresamos al instante en la familia de Dios. No solo le pertenecemos a Él, sino que nos pertenecemos unos a otros. Así como nuestras familias naturales aquí en la tierra fueron destinadas para cumplir una función, Dios usa nuestra iglesia como familia para satisfacer nuestras necesidades. Como familia de Dios, la Iglesia, crecemos juntos, celebramos juntos, compartimos juntos e incluso servimos juntos. Al comprometernos con la familia de Dios, seremos fortalecidos y llegaremos a ser fieles seguidores de Jesús.