El Espíritu Santo fue dado para que tuviéramos poder para ir y hacer discípulos. Algunos van a los rincones más lejanos del mundo. Otros solo cruzan la calle. Sin embargo, el pueblo de Dios siempre va. Va al trabajo, a la escuela, al supermercado, a los partidos de fútbol de los niños y a las reuniones familiares. Y dondequiera que va, lleva el testimonio de Jesús. La vida de los verdaderos creyentes es ir y llevar a cabo su misión.