La vida cristiana no se vive a solas. Cuando nos convertimos, Dios nos adopta en su familia. Nos recibe una comunidad. Nuestro destino es vivir y crecer en la fe junto a otros. Pero eso requiere voluntad y que seamos humildes. Crecemos juntos cuando oramos y estudiamos juntos las Escrituras. Nos responsabilizamos unos de los otros al animar y honrar a quienes están en autoridad. Dios nos hace crecer juntos en un cuerpo y una familia.